Expresión de solidaridad

"Posibilidades", de Mario Hache

17/04/2019

17/04/2019

Un relato finalista del Concurso de Relatos Solidarios organizado por Fundación Juan Bonal.

***

- ¿Para qué sirve leer?
- Menuda pregunta, Maisha. Bueno… Verás, sirve para que las palabras no se olviden, para entender esa parte del mundo que no se comprende de otra manera.
Saber lo que piensa alguien, lo que siente. Sirve para recordar lo que la cabeza olvida con el tiempo… No sé si me entiendes.
- Creo que sí te entiendo. –Sonríe como si realmente lo comprendiera.
Maisha vuelve a girarse hacia la pizarra. Intenta entender lo que está escrito. Mira fijamente la palabra, y luego a su profesora. Luego la lee en voz alta. – Ma… Make…
- No, fíjate bien. No es una “Ka”. Delante de “e” se lee “Ce”. Ma – ce – ta.
- ¡Maceta! Me encantan las macetas.
- ¿Tienes macetas en casa, Maisha?
- Sí. Tengo muchas macetas de barro cocido en la terraza, también alguna de cerámica, incluso tengo una de vidrio azul. Es preciosa. Hace dos meses planté
habas y ya están saliendo las flores.
- ¿Habas? Es curioso. Por aquí no es normal ver a alguien cultivando habas en una terraza.
- Me recuerda a cuando era pequeñita. Me encanta mancharme de tierra al plantar el haba, ver como asoman los tallos por la tierra cuando empiezan a crecer,
ayudarlas a que no se tuerzan. Me encanta el olor de las hojas que se queda en los dedos al rozarlas. Me recuerda a mi abuelo. Olía a habas.
- ¿Ves? Para eso sirve leer. Para recordar a tu abuelo, aquel momento que se quedó guardado en tu corazón y que hoy ha llegado aquí por esa palabra, maceta.
Maisha sonríe. Ahora sí que le comprende.
- Venga, recoge. Ya es la hora.
La alumna cierra obediente su libro y guarda el lapicero en un plumier hecho a mano. Luego saca una cuerda y ata los libros con cuidado. Samara recoge también sus bártulos. Mete sus dos libros con cuidado en su bolso de cuero. Le tiene mucho cariño.
Se lo regalaron los padres de un alumno hace algo más de un año. Ella sabe el valor que tienen cosas así en este pueblo. Dijeron que era de piel de vaca auténtica, y la verdad es que todavía tiene un olor intenso a piel recién curtida.
- ¿Me permites una pregunta, Maisha?
- Claro, profe. ¿Cómo no?
- No tengo ninguna queja contigo, al contrario, eres una alumna excelente. Espero que no te moleste mi curiosidad, pero no dejo de preguntarme porqué ahora, por qué elegiste este momento de tu vida para venir al colegio. Cualquiera pensaría que ya no lo necesita.
Una sonrisa orgullosa asoma en su rostro marcado por los años. No tiene que pensar mucho la respuesta y mirando a los ojos de su profesora le contesta.
- Porque nací en una época en la que ni siquiera teníamos libros, en un lugar donde no existía la palabra colegio, y la mujer no estaba hecha para aprender, sino para criar y machacar yuca. No sé si me entiendes.
- Sí, claro que te entiendo. Pero, ¿por qué ahora? Podrías estar descansando después de una vida tan dura, en cambio, prefieres caminar seis kilómetros todos
los días hasta llegar aquí con lo peligroso que es hacerlo.
- Aparte de plantar habas, y dar abrazos, mi abuelo me enseñó una cosa muy importante. Él siempre decía: “aunque sea inesperada, o llegue tarde, la tierra
siempre sonríe a la lluvia.”
- Tu abuelo tenía mucha razón. –Samara responde emocionada. – Aprender no tiene edad. Siempre te va a ayudar.
- Sí, pero no lo hago sólo por mí, profe. Vine al colegio también por todos los que nacieron en mi pueblo y no tuvieron la oportunidad, y por todas las mujeres que entregaron su vida a la familia. Pero sobre todo por mi nieta, Niara.
- Maisha, no sabía que tenías una nieta. Nos conocemos ya cinco meses y no me habías hablado nunca de ella.
- Es muy difícil, profe. La tengo y ya no la tengo. Niara venía a este mismo colegio. Todas las mañanas hacía exactamente el mismo camino que yo hago para venir. Nos despedíamos con una sonrisa por la mañana y nos encontrábamos por la
tarde con un abrazo. Así fue siempre, hasta que una tarde no volvió, y nunca más supimos de ella.
- Y, ¿qué ocurrió?, ¿Por qué no regresó?
- No lo sabemos todavía. Pero ninguna de las posibles razones era buena. Quien se la llevó no lo hizo para bien. Por eso vengo también, por ella. Porque nadie
consiga nunca quitarnos esta posibilidad.
- Eres una gran mujer, Maisha. ¿Sabes?, yo también he aprendido aquí en Guinea algo muy importante. Tanto como aquello que te enseñó tu abuelo. Es tan
necesario el colegio para la vida del alumno, como el alumno para la vida del colegio.
Samara no puede contener las lágrimas. Las dos se abrazan. Después le invita a salir a la calle señalando con un gesto hacia la puerta. Todavía es temprano. Un
pedazo de sol asoma, y una gota cae sobre su frente. Maisha se da cuenta y la mira.
–Parece que va a llover, profe. –Las dos sonríen. Caminan. El mundo les ofrece una nueva posibilidad.


Fundación

Discapacidad